Al menos en
lo que representa elegir los cargos de elección popular pareciera que al
mexicano le gusta ser objeto de sodomía forzada y además sin ningún medio que
aplaque las embestidas furiosas de sus futuros (y pasados) mandatarios en la
ante, intencionalmente, dejada en el imaginativo, parte, claro, a menos que los
que reciben sus tarjetas de Soriana de 500 pesos, sus bultos de cemento
“gratis” y las despensas con la marca de Satanás, digo del PRI, les puedan
ellos llamar una especie de justicia lubricante decente.
No entiendo
bajo que circunstancia le pareciera al individuo promedio justo que exista
una situación en que la misma familia
herede, como si de plazas magisteriales se tratase, la gubernatura de un estado
de un hermano a otro, y que encima de eso el primero deje al estado con la
deuda más grande de la historia, la cual no solo no se vio aplicada en ningún
rubro de la administración sino que de manera clara para todo aquel que tenga
ojos y la medida cerebral de un idiota capaz de entender números o de un niño
de 7 años para el caso fue robada por tal persona. Y el segundo no conforme con
cubrir con toda la ley al primero y dejarlo escapar al extranjero siga
gobernando como si se tratase de algo digno de celebrarse.
Pareciera
que en verdad o el individuo promedio está loco, estúpido o no le importa que
hagan de su futuro, el futuro de sus hijos o de los hijos de estos los gobernantes,
que le pasen por encima, que lo humillen, le burlen, le escupan al rostro, lo
golpeen, lo ultrajen a él y a su familia pasando por la más vieja de su casa
hasta incluso al que no ha nacido.
Y en
reprimenda a estos gobernantes, en castigo a sus decisiones de empoderarse y
enriquecerse ilegalmente, de sobajarnos a meros imbéciles mientras se pasean y
viven de nuestro dinero, de embrutecernos con partidos de fútbol (¡que tampoco
ganamos!) El ciudadano lo castiga de
manera brutal, cómo, pues aprobando a todos sus pillos amigos del mismo partido
para que sigan haciendo imposible que alcance justicia, para que sigan
reforzando leyes que favorezcan la oscuridad en las medidas del gasto público,
para que entre ellos mismos se palmeen la espalda entre ellos mientras siguen
endeudando al estado y dándole fuerte, duro, sin piedad y con furia, por detrás
con graciosa candencia y singular gusto sin detenerse, azotándolo con los
látigos del impuesto, de la multa, de la represión social, mientras lo hace,
apretando las nalgas del electorado con sus sucias manos llenas de sangre, lodo
y sudor resoplando en su nuca, mordiéndole los lóbulos de las orejas mientras
se saborean el dinero que aparte de todo, les tienen que dar para que los hagan
suyos por siempre.
El Coahuilense
es un sumiso y lo será eternamente, desea tener dentro a la bestia que
aborrece, desea que lo domine, lo humille y lo maltrate, pero que no lo deje,
porque el cambio le aterra, prefiere por sobre todas las cosas la maldad que
conoce a la bondad que podría ser.
Es
imposible cambiar la mentalidad del ser común y la masa, es más fácil
convencerlos de que salten al vacío, todos juntos tomados de la mano, que hacer
que se movilicen contra un sistema que los odia pero que ellos han aprendido a
amar de manera incondicional. Por lo tanto amigo lector, si tú eres de esos que
le gusta lo que tiene aunque implique rasparse las rodillas diariamente, te
felicito, has alcanzado el Nirvana de manera tan rápida que Buda se quedó
pendejo ante tal hazaña, no sientes lo duro sino lo tupido y eso para ti, está
bien, disfruta de tu dosis diaria de ultraje y nos vemos en las próximas
elecciones.
Advertencia,
la columna estaba llena de referencias e insinuaciones horribles de penetración
forzosa. Y creo que esto debería ir al principio pero suena más divertido hasta
el final.